lunes, 7 de noviembre de 2011

Reparaciones

En una sola semana he tenido que arreglar un nuevo pinchazo en la bici, la dentista me ha colocado un puente que me ha costado lo mismo que los ayuntamientos pagan por los que les monta Calatrava y hemos encargado unas nuevas gafas porque, según el oftalmólogo, estoy, así lo dijo literalmente, "al borde del precipicio de la presbicia".

De manera que se puede decir que vivimos en un taller.

El de las bicicletas es como la cueva de Alí Babá. Pertenece a una asociación benéfica que se ocupa de jóvenes que han dado algún mal paso, o varios, y a los que tratan de rehabilitar. La primera vez que entré daba un poco de miedo. Es un lugar bastante oscuro, y los muchachos parecen todos recién sacados de la tripulación de un barco pirata. Cuando abres la puerta se te quedan mirando de un modo muy teatral, oscuros y retadores, pero si no te arredras y te diriges a ellos con naturalidad te das cuenta de que son todos unas almas de cántaro. Y me tratan la bicicleta con mucho cariño. El otro día llegué a recogerla cuando ya iban a cerrar. Estaban esperándome y, para entretenerse miraban un vídeo flamenco en internet. En cuanto les pagué y recogí la bici se apresuraron a recogerlo todo, apagaron el ordenador y las luces y se enfundaron en sus cazadoras. Todo esto dando palmas. Me dieron ganas de decirles que tuvieran cuidado ahí fuera, no fuesen a tropezar de nuevo en las piedras del vicio y la perdición y caerse, como decía aquel, en la drogaína... ¿Quién me iba a cuidar la bici, que para mí es como para nuestra vecina del primero su perro, como ellos? Pero no dije nada, les deseé muy buenas noches y me fui.



La dentista, a la que llevamos acudiendo desde hace casi veinte años, es una mujer encantadora... Se pasa la vida trabajando... Su consulta es menos oscura que el taller de esos muchachos, pero siempre hay que esperar muchísimo tiempo y, por ello, acaba resultando un lugar opresivo y claustrofóbico, sobre todo cuando enchufan el hilo musical y comienzan a sonar los discos de Richard Clayderman. Yo creo que es una estrategia, porque cuando al fin llega tu turno te da igual lo que te hagan a cambio de escapar de esa sala de espera... Hasta pagas gustoso la factura, que en esta ocasión, si en lugar de ser yo el cliente hubiese sido la señora Mª. Dolores de Cospedal, no se la habría pagado de ninguna manera, por lo abultadísima.



El oftalmólogo es un hombre muy pedagógico... Fuimos P. y yo. Descubrió que P. es miope y, tras este hallazgo, estuvo una hora larga explicándonos lo que esto suponía, las cosas que debía hacer para que no le creciesen las dioptrías, informándonos de los más recientes estudios... Salimos de allí sabiendo por qué en África no hay miopes y que los asiáticos han desbancado a los americanos en el estudio de la miopía, y que han descubierto unos cristales que la frenan y tienen ya muy avanzadas unas lentillas que funcionan igual...

Luego me miró a mí y fue cuando dijo eso del barranco y la presbicia.  "No te has caído aún, pero estás a punto, como quien cuelga sujeto a una rama que no va a tardar en desprenderse".

Y ya nos fuimos a elegir las gafas nuevas...



1 comentario:

  1. Me has dejado con la curiosidad de saber qué explicación te dio el oftalmólogo de por qué no hay miopes en África, supongo que porque apenas utilizan la vista de cerca y mucho de lejos. Ya nos contarás.

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