martes, 1 de noviembre de 2011

Los peligros de Úbeda

El sábado, como los chiquillos ya se aburrían de estar en el bar, pidieron permiso para marcharse solos a casa de la abuela. Entre esta y ese bar no habrá más de cien metros, y solo hay que cruzar, en el camino, un cruce muy poco transitado. Se les concedió la venia, pero como ya eran más de las diez, y estaba la noche muy oscura, yo no me quedé tranquilo. De manera que, disimuladamente, porque si me llegan a descubrir se habrían enfadado y me lo habrían reprochado muy amargamente, salí tras ellos y, camuflado tras un higuera de la calle, me estuve allí apostado hasta comprobar cómo llegaban con bien hasta el portal, llamaban al timbre y traspasaban el umbral.

Cuando regresé al bar, se burlaron todos un poco, pues qué iba a suceder en un pueblo tan tranquilo como este, tan renacentista y hermoso...

Media hora más tarde nos levantamos nosotros. Estábamos despidiéndonos de J. y de J., que viven en el portal de al lado, cuando pasó por la acera un joven muy mal encarado, que nos miró con ferocidad. Caminaba tambaleándose e iba rumiando algo entre dientes. Al verlo, mi cuñado dio un paso atrás y, señalándolo, comenzó a hacer gestos con la mano como si estuviese blandiendo un arma blanca. "Este anda por ahí amenazando a la gente con un cuchillo. A. tiene pendiente un juicio con él, porque lo tuvo que echar del centro de salud y al día siguiente se le presentó en su casa con un cuchillo jamonero..."

Mientras nos contaba esas cosas, yo contemplaba al muchacho, que a duras penas lograba mantenerse en pie. Sin embargo, de repente, como si hubiese escuchado lo que nos estaba narrando nuestro cuñado, se dio la vuelta bruscamente, y se dirigió hacia nosotros con la misma mirada feroz de antes. "Adentro", murmuré, y empujé a todo el mundo hacia el fondo del portal mientras cerraba la puerta con estruendo. Estuvimos allí unos diez minutos sin que ocurriese nada ni el joven amante de los cuchillos pasase por delante. En ese tiempo, J. completó el retrato: al parecer anda todo el día metido en líos, pegándose con estos y aquellos, y nos narró una escena terrible, sucedida hacía apenas unas semanas, en la que se lo encontraron en mitad de la calle, con el torso desnudo y completamente ensangrentado, clamando venganza contra no se sabe quién...

Luego ya salimos del portal, y recorrimos los tres pasos hasta el portal de F. en menos de un segundo...

Menudo pueblo tranquilo, iba pensando, pero no dije nada...

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