martes, 10 de mayo de 2011

El boomerang

El domingo le compramos a P., en el mercado medieval, un boomerang. No sabemos muy bien cuál es el motivo, pero P. siente fascinación por Australia, y ya nos ha dicho muy serio, en varias ocasiones, que cuando le llegue el tiempo de irse a estudiar a la universidad, probablemente se vaya a Sidney. A mí esas declaraciones no solo me hacen mucha gracia. También me angustian lo indecible, pues me llevan a imaginar que esa fantasía suya se pueda hacer realidad, y que nuestro hijo se marche a las antípodas me descompone.


Hacía ya tiempo que nos había pedido un boomerang. Naturalmente, nosotros le dábamos largas al asunto. Un día nos comunicó que los vendían en Decathlon. También nos hicimos los distraídos. Pero el domingo, en uno de los puestos de esa feria, vio uno muy bonito, de madera, decorado con unos colores muy vivos, verdes y amarillos, con una técnica puntillista que lo hacía parecer cuajado de pequeñas estrellas. No sabemos si los aborígenes australianos habrán tenido también su Edad Media, pero allí estaba. Como no hemos nacido para el comercio, pensábamos que sería muy caro, y ya estábamos convenciendo a P. de que no podía ser cuando el mercader, ataviado con la larga túnica de Merlín y una cinta de druida en la cabeza, se acercó y nos dijo que era estupendo para cazar canguros. Lo dijo con mucha gracia y con un sedoso acento porteño, también escasamente medieval. Para convencer a P. de lo imposible de la compra, le preguntamos al hechicero del Río de la Plata por el precio.

-Seis euros- nos contestó.

Nos dejó asombrados. Si hubiese dicho veinte, lo habríamos encontrado razonable y P. se habría quedado sin el boomerang. Sin embargo, mientras yo reflexionaba en lo poco dotados que estamos para estas cosas de los negocios, P. sacó el billete de cinco euros que le había dado esa misma mañana su abuela y A. le sumó la moneda que le faltaba.


Camino de casa, recordando la hermosa canción de Manel -todo eso de "s´encallava entre les branques i no tornava mai" y de que " reclamava la perícia d´un professional", - le expliqué que no era nada sencillo de usar y que además, solo podríamos utilizarlo al aire libre, en un espacio amplio y asegurándonos antes de que no hubiese nadie alrededor...


-No te preocupes, ponemos en google "Cómo usar un boomerang" y seguro que aprendemos...

Al llegar a casa lo colocó con mucho cariño encima de la estantería donde guarda  sus libros.

Esta mañana, sin embargo, cuando llegué del trabajo, lo estaba usando como stick de hockey... Me alivió mucho esa escena. Seguramente, pensé, terminará por no irse, cuando crezca, tan lejos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario