martes, 17 de mayo de 2011

El charlatán

Estaba desayunando. Mientras me tomaba el café, escuchaba la radio. De pronto, en una cuña electoral, el presidente Barreda dijo: "No quiero engañaros..." Salté de la silla, derramando buena parte del café sobre la mesa. No sé por qué, me llevé la mano al bolsillo, donde guardo la cartera. Me pareció lo mismo que cuando alguien que se dispone a darnos una charla declara que será breve. Te pones en lo peor porque es evidente que va a suceder lo contrario, que hablará largo y tendido y muy tediosamente. Pues igual. Si alguien comienza declarando que  lo último que se le pasa por la cabeza es tratar de engañarte, date por estafado. ¿No tienen asesores que les diseñan estas campañas y les escriben cuidadosamente estos discursos y proclamas? ¿Nadie le habrá hecho ver que ese es un comienzo extremadamente sospechoso? Es, lo recuerdo ahora, como acostumbraba a comenzar el charlatán que aparecía cada domingo, día de mercado, por la plaza de mi pueblo.

Deberían ser, estas campañas, como unas oposiciones, y presentarse los candidatos ante los electores con todos los temas muy bien preparados, con un programa detallado que tendrían que explicarnos, desde su atril, muy fundamentadamente, con ejemplos bien perfilados de lo que harían en caso de salir elegidos. Y tras esto, firmar un documento ante un notario muy viejo y muy serio, en el que se comprometiesen a llevarlo a cabo hasta la última coma o, si no fuese así, a abandonar sus cargos de inmediato e ignominiosamente. Todo lo que no sea esto -a saber: generalidades, vaguedades y declaraciones altisonantes, que es exactamente lo que estamos viendo cada día-, será, por tanto, charlatanería.

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