martes, 31 de mayo de 2011

Párrocos

El domingo acompañamos a P. a la comunión de un amigo, que lo había invitado. Nos quedamos un ratillo con él durante la misa.

Comprobamos que, en esto de las comuniones, las cosas han avanzado muy poco. Las chiquillas de novias y los chiquillos de marineros o almirantes. Ataviados de ese modo, tenían todos unas caras muy antiguas, como de niños de antes de la guerra. Si las fotos que les sacaban las editasen después en blanco y negro o sepia, podrían fecharlas perfectamente en 1924.

Lo más fascinate fue el cura. Alto, muy delgado y con unas gruesas gafas de pasta negra, salió cinco minutos antes a leernos la cartilla a la feligresía. Comenzó hablando del silencio interior, que dijo que era el más importante, pero en realidad de lo que estuvo hablando todo el tiempo fue del exterior, y amenazó con parar la ceremonia si la gente no se mostraba lo suficientemente atenta a los ritos y el sermón.

Se le entendía con cierta dificultad porque tartamudeaba un poco, pero su enfado era evidente. Debía de llevar ya dos o tres misas esa mañana y se ve que no estaba dispuesto a aguantar más impertinencias.

Luego, ya metido en faena, se puso a hacerles unas cuantas preguntas a los chiquillos. Parecía un maestro acogotando a sus discípulos.

-A ver, alguien sabe lo que es estar enamorado...- y le acercó un micrófono negro a uno de los grumetes.
-Pues... quererse uno a otro...
-Bueno, uno a otra, querrás decir, o una a otro, ¿no? - le replicó el enjuto párroco.

El pobre es completamente idiota, pensamos A. y yo, y nos lo dijimos con la mirada.

- ¿Vosotros creéis que Dios está enamorado de nosotros?-y le puso el negro micrófono  en los labios a una de aquellas novias tempranas.
-Bueno..., a unos más que a otros... porque a los pobres que hay sentados en el suelo a la entrada de la iglesia, yo creo que a esos los ama poco.

Casi nos ponemos a aplaudir. El cura carraspeó confundido e hizo como si no hubiese escuchado la respuesta de aquella maravillosa niña.

Luego dijo que, desgraciadamente, si a la gente que estábamos allí nos diesen a elegir entre Dios y seiscientos euros, seguramente la mayoría escogería el dinero. Y les preguntó a los comunandos qué pensaban ellos. Estuve a punto de gritarle que le preguntase a la niña de antes. Me imagino que una niña así, con tanta sensibilidad y sentido común, le habría contestado que si la gente está, como tanta ahora, en el paro, pues lo más normal sería que tomasen los seiscientos euros. Pero no dejó que le contestase ya nadie, y siguió con la ceremonia.

A un gesto suyo, tres damas muy altivas se hicieron con unas canastillas y peinaron concienzudamente cada pasillo y cada banco de la iglesia, pisando incluso los reclinatorios para que no se les escapase ni un alma en su acción pepitoria. Esto, antes de darles la comunión a aquellos muchachos, nos pareció que demostraba lo dicho por el cura sobre Dios y el dinero. "El pobre es idiota", le dije a A., "pero en eso de los euros lleva toda la razón". Y ya nos despedimos de P. y nos fuimos a dar un paseo.

(Esta entrada y la de ayer aparecen en diferido, ya que nosotros estaremos, lunes y martes y sin ordenador, celebrando el día de la patria manchega en alguna playa cercana)


1 comentario:

  1. Ea.Habrá que tomarlo con humor.No nos queda más remedio. Un chiste al hilo no viene mal:
    "Dos curas hablando:
    -Padre Damian, y con todos estos ultimos cambios en la Iglesia, usted cree que llegaremos a ver a los curas casados?
    -Nosotros no, pero nuestros hijos si".

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