miércoles, 18 de mayo de 2011

La pelota tras la tapia

Volvía del partido semanal agotado y sin fuerzas. Iba pensando en lo larga que se nos está haciendo esta temporada. Acababan de darnos un buena zurra. Últimamente, se nos hace muy cuesta arriba conseguir alguna ocasión de gol y tampoco defendemos con la armonía y fiereza de los meses de invierno. Desde hace varias semanas a duras penas logramos empatar algún partido; los otros los perdemos. ¡Qué lejos quedan aquellos jueves victoriosos del otoño! De manera que regresaba a casa cabizbajo y sombrío y muy cansado cuando, de pronto, al pasar al lado del muro de un colegio, vimos volar una pelota por encima de él. Vino a caer justo delante de nuestros tristes pies. Era un balón blanco, de reglamento, despellejado ya por varias partes, cosido en hexágonos. Un poco deshinchado, apenas botó al tocar el suelo de la acera.

A pesar de la fatiga, armé, sin pensármelo dos veces, mi zurda, y conseguí, esa tarde, mi mejor chut. Subió el balón de nuevo a las alturas y, salvando otra vez el muro, volvió por donde había llegado, de vuelta al patio del colegio. Estalló entonces una ovación infantil y cerrada, como algarabía de pájaros.

Se me fue de repente todo el cansancio, y retomé el camino de casa feliz y ligero.

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