martes, 13 de septiembre de 2011

Cuaderno del Norte (II)

Indignados en Oviedo, bajo la lluvia. P. los escucha muy atentamente. Apenas treinta personas, tres de las cuales se van turnando en el uso de un pequeño micrófono y hablan largamente, repitiendo las mismas ideas pero sin llegar a ninguna parte, no sé, levantarse, por ejemplo, y hacer arder la diputación y el ayuntamiento…



No sé si será por eso de la indignación, o más bien por las conversaciones con su prima C. y con M., pero el caso es que P. lleva unos días interrogándonos sobre el asunto Reyes Magos. Elige siempre el mismo momento: en el coche, camino de Oviedo o Gijón. Desde el asiento de atrás, de pronto dice: "Oye, he estado pensando y quería que me explicaséis mejor eso de los Reyes Magos..." A mí me entra un sudor frío, y si soy yo el que conduce, no digo ni mu y pongo cara de gran concentración... El otro día, sin embargo, iba de copiloto y no tuve más remedio que intervenir: "P., pero si estamos en agosto... ¿No sería mejor dejar esta conversación para el invierno...?" -intenté echar balones fuera.

"Ya, pero ¿tú crees en los Reyes?" ¿Qué se le puede contestar a un hijo sobre semejante asunto? Yo todavía tengo grabado el momento exacto en el que mis padres me confesaron que todo aquello tan hermoso era una farsa y es evidente que aún no lo he superado. Para colmo, padre moderno y de mi tiempo, tengo pavor a que mi hijo se traume con una desilusión de tal calibre. Claro que, como no tengo nada claro en esta vida, pienso también que a lo mejor no pasa nada con que se traume, es más, a lo mejor es preferible, pues lo preparamos así para todoas las desazones que la vida le traerá... Todas estas cosas las pensé en el par de segundos que tardé en contestarle. "Pues yo..., yo, yo..., sí que creo". "Venga, papá, eso me lo dices para no preocuparme..." Entonces interviene A. que lo hace bastante mejor que yo y, con gran dulzura y suavidad, le dice lo que él ya sabe... Sin embargo, no puedo dejar las cosas así, y les recuerdo que el hecho de que lleven siglos sin presentarse no  prueba nada, y que se habrán perdido o distraído o retrasado, pero que estoy seguro de que existen, y de que algún día volverán, etc., etc.



Todo el día en Gijón, que están de Semana Grande. Por la mañana, de paseo. Compramos unos zapatos y un libro, y nos quedamos fascinados frente al escaparate de  una sombrerería con tocados de fantasía, como pájaros raros, y un buen surtido de bombines y chisteras, además, claro, de boinas del país…



Y por la tarde en la playa, con un mar agitado y furioso que solo nos dejó pasearnos por la orilla…


Luego, antes de cenar, nos encontramos al entrenador del Sporting en un bar. Le firmó un autógrafo a P. Debía de ser, ayer, el día en el que dejan salir a los futbolistas a la calle, porque antes nos habíamos ido encontrado con varios jugadores, cada uno en sus afanes, y a otro en la pizzería donde comimos... Se sabe que son futbolistras por lo tatuados que van, como aborígenes de los antípodas... Y a la noche, cenando con A. y N., una mesa enorme a nuestro lado con los euroyeyés, que se reúnen cada verano en esta ciudad, y pasan unos días divertidísimos, con sus flequillos, sus camisas con chorreras,  y los pantalones de campana… Gijón, en verano, es una ciudad entretenidísima...


Preciado
 


Rivera
Al volver, ya bien entrada la noche, las luces de Asturias se reflejaban naranjas y brillantes en el cielo, como si todo fuese una gran romería...


Moto ye-ye



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