martes, 27 de septiembre de 2011

Reunión de vecinos

Yo, a las juntas de la comunidad voy a enterarme de la vida de los vecinos, y casi siempre paso un rato bien entretenido... El resto del año no nos enteramos de nada, no por hurones sino por distraídos, y aunque saludamos con cortesía a todos cuando nos los encontramos en el ascensor, o nos los cruzamos en el portal, la verdad es que sabemos muy poco de sus vidas y afanes, de la mayoría ni del nombre nos acordamos...

Pero una vez al año, en la reunión de vecinos, nos ponemos al día:

El exfutbolista continúa sin pagar las cuotas y va a resultar muy complicado cobrárselas ya que tiene todos sus bienes pendientes de múltiples embargos; el torero tampoco paga, y está muy molesto con que se le haya hecho un requerimiento judicial, pues es persona pública y esa información le puede perjudicar...

La cosa iba así, como siempre, hasta que el del segundo se quejó de lo que ha ocurrido este verano en la terraza del cuarto.

A lo que parece, le arrojaron desde ese lugar colillas, escupitajos y abundante agua... El inquilino de la del segundo, un abogado muy educado y discreto que no suele abrir la boca en estas reuniones, comentó que no sabía quién vivía allí, pero que cuando subió para quejarse, no le abrieron la puerta y solo cuando salió a las escaleras pudo descubir, por la ventana del descansillo, a dos parejas de jóvenes en esa terraza que, al verle, levantaron el vuelo como perdices en presencia de un cazador y se metieron en la casa sin hacer caso a sus requerimientos...

La mayoría de vecinos, ajenos e ignorantes, le escuchábamos sin saber tampoco qué decirle. Salvo la del noveno, que tras un largo y sonoro suspiro, gimió: "¡Ay, la terraza del quinto, si yo os contara...!" No fue necesario reclamárselo, porque acto seguido volvió a suspirar y declaró: "Auténticas orgías, eso es lo que han hecho en esa terraza este verano..." El resto mantuvimos nuestra cara de póker, y la del noveno prosiguió: a lo que se ve, cuando los padres se van a la playa, la hija, una mozuela de veintitantos, aprovecha para traerse al novio y otros amigos, y utilizan esa terraza, que es muy amplia y despejada, a lo largo y ancho...Contó también que, una madrugada que volvía ella del hospital, de velar a una tía, se encontró a esa alegre muchachada en el ascensor, ellas en pijama y  en calzones ellos, que parecían estar jugando al escondite por toda la finca... Pero lo realmente bochornoso, dijo, fue la tarde que abrió la ventana para tender la ropa y tuvo que contemplar, en el borde de la famosa terraza, a dos muchachos que hacían equilibrios completamente desnudos, con sus vergüenzas balanceándose como el péndulo de su reloj de pared, heredado de sus padres... "Se me suben los colores solo de recordarlo... ¡Qué mal rato pasé, Dios mío, qué mal rato!"
Entonces intervino la administradora, una mujer menuda pero con larga experiencia en gestionar comunidades y, por lo tanto, profunda conocedora de lo variados que pueden ser los comportamientos humanos, y cuán imprevisibles. Carraspeó y habló: "Bueno, la cosa es un poco más seria, porque también se ha quejado la vecina del primero, que se ha encontrado en la suya algunos condones cuidadosamente anudados y con evidentes indicios de haber sido utilizados..." A esas alturas estábamos todos ya con la boca abierta, excepto la del noveno, que nos miraba a todos con esa cara de yaoslodecía yo, que fue exactamente lo que soltó al instante: "¿Qué os decía, eh, qué os decía? Orgías, auténticas orgías, vaya..."

Fue en ese punto cuando el del segundo nos informó de que cuando descubrió a esas dos parejas, en esa terraza que se ve que es Sodoma y Gomorra juntas, antes de que huyeran al interior de la casa pudo darse cuenta de que ellas iban en top-less y ellos en slip...
Yo, naturalmente, no esperaba tanto, y estaba abrumado. "Y A. en casa viendo la tele. Si supiese lo que se está perdiendo..." , pensaba. Porque no nos engañemos, por muy bien que se cuente, una reunión de vecinos como esta hay que vivirla...

Volvió a narrar la del noveno la escena de los dos jovenzuelos desnudos, y aquello del movimiento pendular de sus chorrillas, y cómo le habían recordado al viejo reloj de sus padres; y repetía sin cesar la palabra "orgía", que pronunciaba como quien se come un milhojas... A esas alturas, los demás vecinos cabeceábamos en señal de reconocimiento, sin decir palabra, para que supiese que nos imaginábamos la escena perfectamente, y que compartíamos su vergüenza, y el mal rato que había pasado. Y lo triste que es que una visión como esa se mezcle con un reloj tan venerable...

Finalmente, se decidió que, de la manera más diplomática y discreta, se hablaría con los padres de la mozuela, y a ver cómo se les decía...

También se aprobaron los presupuestos, y cambiar el contrato del mantenimiento del ascensor y la limpieza, pero eso resultó ya de una gran sosería...

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