miércoles, 4 de enero de 2012

Ida y vuelta

Ayer nos pasamos el día en la carretera. Úbeda-Albacete, Albacete-Úbeda, como coche de línea. Y no estuvo mal. Fueron ambas rutas viajes lentos, reposados, pacientes, detrás de los tractores de los aceituneros altivos primero, y luego un montón de camiones. Nos dejamos llevar, tras su estela, como si fuésemos río abajo.

Llegué, devolví el coche que nos habían prestado y conduje el nuestro, tuerto de la izquierda, hasta el taller. Mientras lo arreglaban me fui a dar un paseo por ahí. Me tomé un café, leí el periódico -hablaban del ladrón de garajes-, entré a curiosear a una librería... Crucé por calles por las que no había pasado nunca, y me parecía caminar por otra ciudad, desconocida y ajena... De vez en cuando me cruzaba con aficionados del Bilbao -que jugaba esa noche un partido de Copa contra el Alba-, lo cual ayudaba a conseguir esa rara sensación de estar en otro lado.

La vuelta la hice cuando ya estaba el sol tras el perfil de la sierra. Fue muy entretenido, escuchando la radio y viendo cómo el atardecer se deshacía en unos colores fantásticos e inverosímiles. Luego ya se hizo noche cerrada y parecían los pueblos, a lo lejos, las brasas de una hoguera. Solo cabe consignar que me paró una fluorescente pareja de la guardia civil, en el lugar de Reolid, para pedirme el carnet y los papeles del coche. Como siempre que me sucede tal cosa, me puse un poco nervioso. Yo, en cuanto veo un policía, siempre pienso que he hecho algo ilegal y que, perspicaz, el guardián de la ley lo va a notar. Algo así parece que también le sucedía a Hitchcock. Pero todo estaba como es debido, me desearon buen viaje y ya me fui, sin más percances, rumbo a Úbeda, que alcancé con bíen y sin más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario