jueves, 5 de enero de 2012

Noche de Reyes

Ha coincidido que me tocaba el artículo HOY, y, claro, cómo hablar de otra cosa que no sea esta noche...


 Me habría gustado añadirle algunas de las cosas que acabamos de leer en Cunqueiro sobre los tres Reyes prodigiosos, pero ya lo había dejado enjaretado-que diría mi suegra- antes de irnos de vacaciones. De modo que las guardaré para el próximo año, o mejor, para la entrada de mañana... 

P., a pesar de sus dudas, está ilusionadísimo. Esta mañana, cuando bajábamos los dos de paseo por la Trinidad, pasó una camioneta y, al llegar a nuestra altura, asomó por la ventanilla de atrás el rostro embadurnado de betún de un hombre que le gritó a P. "¡Pequeñín, toma!", y le lanzó dos docenas de caramelos. Yo temí lo peor, que le lanzase los caramelos al turbante, o que lo insultase y le tachase de farsante y mamarracho. Ese "pequeñín", otro día, le habría puesto de pésimo humor. Pero no, se agachó tranquilamente, y yo con él, y recogimos los dulces en silencio, doblada la cerviz como quien se encuentra en presencia de un rey antiguo...

Luego, en casa, venían en la prensa algunas referencias a esta noche mágica y a la suerte que puede correr en estos tiempos nuestros, tan desapacibles...




1 comentario:

  1. Debes de sentirte muy afortunado por recibir una carta de sus Majestades de Oriente, los más sencillos y honestos que existen entre todas las monarquías.

    Muy bien dicho todo. De ninguna manera podemos consentir que cambien esta fecha tan singular. El día de reyes es el seis de enero de toda la vida y así debe seguir hasta el fin de los tiempos.
    Dicho esto, voy a abrir los regalos.

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