lunes, 9 de enero de 2012

Rutina

La rueda de nuestra vida cotidiana se ha vuelto a poner en marcha. Ha vuelto a girar, no sin cierto esfuerzo, chirriando y lamentándose, tras dos semanas de vacaciones. Sin embargo, han sido suficientes un par de horas para que alcanzase su ritmo habitual y pareciese de nuevo engrasada.

Las clases, las comidas, los partidos de fútbol (yo) y los de baloncesto (P.), las visitas a Mercadona (yo) o al gimnasio (A.), la academia de inglés, el Kun-fú, las llamadas telefónicas, las entradas de este blog, los exámenes, los libros leídos y los por leer, las meriendas y las cenas, las lavadoras (A.), la basura (yo), los días y las noches... En fin, como se ve, una vida rutinaria y sin relieve.

Nos parece muy bien que sea de este modo. A nosotros la aventura nos resulta muy fotogénica mucho en las películas y en las novelas. En cambio nuestra vida nos gusta que sea así, monótona y gris, sin sobresaltos ni misterios... Siempre hay, en cada unos de esos días iguales, una pequeña moneda que brilla. A veces la encontramos, a veces no...

Hoy ha sido el encuentro con la vecina charlatana. Es una mujer digna de estudio. Nos la encontramos pocas veces, en alguna ocasión, como hoy, en el ascensor a primera hora de la mañana, pero como nosotros vamos hasta el garaje a por la bici y ella se baja en el portal, apenas daba tiempo para intercambiar un par de frases hechas. En cambio hoy, como yo ya no tengo bicicleta, que me la robaron, nos bajamos los dos al mismo tiempo y salimos a la calle juntos. Como sé que a esa horas va a la piscina de Juan de Toledo, me hice la ilusión de que iríamos juntos un buen trecho y que me contaría muchísimas cosas que yo podría traer luego hasta aquí. Es una mujer que habla por los codos, pero de un modo prodigioso. Es una mujer surrealista que bien podría pasearse por las ferias de los pueblos o por las televisones para pasmo del mundo. Causaría admiración y cosecharia grandes e indudables éxitos. La escritura automática la escribe ella, a cada momento, en el viento...

Habla de un modo torrencial, absurdo e imparable, pasando de una tema a otro con la libertad que pregonaban las vanguardias. Cada año, cuando me toca explicarles ese tema a mis alumnos pienso en ella y en lo didáctico y ejemplar que sería llevármela un día a clase, para que la escuchasen... Un día creo que se lo voy a proponer.

Como  acostumbra a estar tan embebida en aquello que cuenta, raramente escucha nada de lo que se le replica, y como tiene la cabeza llena de palabras, he comprobado que si dices una en voz alta, la que sea, cuando te está discurseando, automáticamente cambia de tema. Por ejemplo, si te está diciendo lo mucho que le cuestan los estudios de sus  hijos, basta que tú digas "berenjena", pongo por caso, para que pase a contarte, sin transición alguna, lo bien que le sale la tortilla de patatas y lo mucho que le gusta a su marido; y si pronuncias "almorrana", es un decir, entonces pude ponerse a narrarte su operación de miopía, y lo bien que se siente desde entonces, y te anima a que te la hagas tú también. Y así indefinidamente, sin pausa ni descanso, sin ton ni son, sin orden alguno ni concierto. Es una mujer divertidísima.

-¿Vas a nadar, no?-le pregunté por decir algo.
- Nooooo-me corrigió como si eso de la natación fuese una cosa muy anticuada-, voy a hacer agua-yin -me aclaró.

Pero tenía que pasar a recoger a una amiga en al calle Industria, y ya no pudimos ir juntos, ni preguntarle qué cosa sea esa del agua-yin, y, lo que es peor, ya no puedo traer nada de su conversación libre y loca hasta aquí. Otra vez será.

3 comentarios:

  1. De este personaje ya había oído hablar a R. La verdad que tengo curiosidad por conocerla, ahora pienso que no tiene que ser curiosidad sana. Efectivamente, esta señora es todo un personaje, le has dado un aire literario que R. no se lo dá, simplemente dice la vecina pesadíiiisima.

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  2. R. es muy bueno. Psadíiiisima es poco. Un saludo.

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  3. Que queréis que os diga... a mi lo que me da es un poco de miedo... todas mis habilidades trabajadas a lo largo de años se pierden ante esa verborrea imparable que no sé como cortar en medio del bulevard cargado de bolsas de Mercadona.
    R.

    PD. me voy a chivar del post

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