martes, 31 de enero de 2012

Desayuno con diamantes

Para no tener que seguir el partido del Sporting -y menos mal que no lo hicimos, perdió 5-1 en San Sebastián-, el domingo por la tarde nos pusimos a ver Desayuno con diamantes... Cada vez que la vemos nos entran unas ganas enormes de hacer las maletas e irnos rápidamente para Nueva York, a darnos una vuelta. Nos gusta, en esa película que parece tan amable pero que no lo es en absoluto, casi todo, pero la escena que preferimos es la final. Los dos protagonistas, frágiles e indefensos bajo la lluvia, después de lo que le ha dicho George Peppard a Audrey Hepburn, todo eso de que ese espíritu libre que guía a la atrabiliaria y bellísima Holly Golghtly, que quiere escapar a América del Sur, no es más que una jaula que se ha construido ella, y que, vaya donde vaya, nunca podrá huir de sí misma...





Y, oh casualidad, al rato, leyendo con desgana en internet, encuentro, en el blog de García Martín, la siguiente cita de Emerson: 

Viajar es el paraíso de los insensatos. Ya los primeros viajes nos descubren la indiferencia de los lugares. En casa sueño que con Nápoles, con Roma, puedo embriagarme de belleza y expulsar mi tristeza. Hago mi baúl, abrazo a mis amigos, me embarco, y, al fin, despierto en Nápoles y surge ante mí el mismo hecho severo, el triste yo, implacable, idéntico, del que quise huir. Busco el Vaticano y los palacios. Simulo una embriaguez de vistas y sugestiones. Pero no estoy embriagado. Mi yo va conmigo a todas partes”.

Y nos abrigamos bajo la manta, tumbados en el sofá, mientras el domingo va hundiéndose lentamente en el reloj...





P. D. Hoy han echado a Manolo Preciado. Nos vamos a segunda fijo.

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