miércoles, 2 de febrero de 2011

Granizo violento


La otra tarde, de repente, comenzó a granizar. El granizo llega siempre de este modo, sin avisar. Eran unas piedras muy pequeñas, redondas y blancas. Formaron en el suelo, en un instante, una fina capa de hielo. Duró muy poco. Se derritió rápidamente, dejando unos charcos tristes y turbios por todas partes y muy resbaladizas algunas esquinas. Se hacía muy difícil caminar. Yo iba haciendo equilibrios con el paraguas. Volvía de dejar a P. en el Kung-fu.

Al llegar al portal, resguardados junto a la puerta, estaban un señor con un gorrete y una pareja de jóvenes. Hablaban animadamente. Mientras sacaba las llaves del bolsillo reconocí al de la mascota. Era un antiguo concejal de urbanismo, de cuando el precio de los pisos se puso por las nubes y los bancos concedían préstamos hipotecarios a treinta y cuarenta años. Estaba mitineándoles a los dos muchachos: “… Cuando por fin se quite Zapatero, entonces ya veréis cómo la economía mejora. Eso es así”. Me entraron unas ganas enormes de darle con el paraguas, abollándole la gorra, e insultarle: “Botarate (paraguazo), ladrón (paraguazo), majadero (paraguazo)”. Y no porque sienta uno simpatía por el actual presidente del gobierno ni milite en las filas de su partido, nada de eso. De habérmelo encontrado a él en el portal, o alguno de sus ministros, creo que me habrían entrado las mismas ansias de blandir mi paraguas y les habría vilipendiado con los mismos o parecidos adjetivos. Pero tener que escuchar de un sujeto como ese de la cachucha, que tuvo que abandonar el ayuntamiento en medio de un buen escándalo, lecciones de economía, confieso que me enervó. Y si no di cumplido fin a mis impulsos fue solo porque, mejor o peor, aún estamos medianamente civilizados y todavía tengo edad para que me metan en la cárcel. Con ochenta años, yo creo que le doy.
Luego, cuando iba a recoger a P., casi me atropella un ciclista. Aunque siento una simpatía sin límites por esa clase de circulantes, y hasta yo mismo voy a trabajar en mi bicicleta, de nuevo me asaltaron las ganas de levantar mi paraguas: “Mentecato (paraguazo), necio (paraguazo), sandio (paraguazo), inconsciente (paraguazo)

Debe de ser por esto que me abandonan todos los paraguas, porque cuando van conmigo adivinan esas malas inclinaciones nuestras, tan violentas y destempladas, que nos acometen en algunas ocasiones, cuando nos cruzamos con ciertas gentes. Y un paraguas, que es un objeto pacífico, benéfico y acogedor, no puede resistir un temperamento como el nuestro.

1 comentario:

  1. Muy buena esta entrada, me he reído mucho imaginándote dando paraguazos a diestro y siniestro.
    Por cierto, esta mañana ha salido a relucir Gaya en la clase de Lengua y nos hemos acordado de ti.
    Un saludo.

    ResponderEliminar