lunes, 28 de febrero de 2011

Método infalible para conocer una ciudad

"Si a alguien los dioses le han salvado de un viaje organizado, si tiene poco dinero o demasiado carácter para pagar un guía, debe dedicar las primeras horas que pase en una nueva ciudad a deambular siguiendo esta regla: recto, después la tercera a la izquierda, recto otra vez, y la tercera a mano derecha. Existen muchos otros sistemas y todos son buenos".

Esto nos lo propone Zbigniew Herbert, polaco como la Szymborska, en su hermoso y sereno libro Un bárbaro en el jardín, y, tras haberlo leído, deberíamos hacerle caso, pues cuenta en él, además de otras muchas cosas, sus sabios paseos por hermosos rincones de la Provenza y la Toscana.


Casi al final del libro, es más prolijo en sus consejos de flâneur baudelariano: "Vagar, es decir, callejear sin mapa, según la perspectiva, y no según las guías; mirar exóticos talleres y tiendas: el cerrajero, la agencias de viajes, la funeraria; quedarse embobado; coger guijarros; tirar guijarros; beber vino en los rincones más oscuros: Chez Jean, Petit Vatel (lo que aquí serían El Vidal o El Pequeño Careta, y en Oviedo, por poner dos casos, El Cundo o La Belmontina); encontrar gente; sonreír a las chicas; arrimar la cara a los muros con la intención de apresar los olores; formular preguntas convencionales tan sólo para comprobar que la amabilidad de la gente aún no se ha extinguido; mirar a la gente de manera irónica, pero con amor; observar cómo la gente juega a los dados; entrar en los anticuarios para preguntar cuánto vale una caja de ébano, escuchar cómo suena, si es posible; y después salir sin la caja de ébano; estudiar el menú que los restaurantes distinguidos suelen tener en la entrada y sumirse en fantasías licenciosas: bogavante u ostras de primero, para, al final, visitar a la propietaria de Au Bon Coin, que es agradable, padece del corazón y ofrece un licor llamado Ricard, con un repugnante sabor a anís, y que solamente se puede tragar por respeto a los gustos del país; leer detenidamente el programa de fiestas y los premios que se pueden ganar en la tómbola para los soldados; y también todos los demás anuncios, especialmente los escritos a mano".

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