lunes, 7 de febrero de 2011

Teatro

Al teatro ya no vamos nunca. Desde que una vez, en Úbeda, Fernado Guillén, que hacía el papel protagonista, se bajó del escenario y se sentó a nuestro lado, perdimos la confianza en este género. Bueno, en realidad, volvimos una vez, a ver "Chicago", el musical, pero nos pasó lo mismo: una de las artistas  abandonó el escenario para pasearse por el patio de butacas y acabar sentándose en las rodillas de un señor calvo que no sabía dónde meterse ni qué cara poner. Desde entonces ya no hemos vuelto. Para no pasar vergüenza, como ese señor, o como nosotros, aquella tarde en el Ideal Cinema de Úbeda.


Nos gusta que cada cosa esté en su sitio, y en el teatro moderno esto ya no te lo garantiza nadie. Así que si tenemos que ir a algún sitio vamos al cine. Ahí estás seguro de que nadie va a abandonar la pantalla y venir a sacarte los colores ni a incomodarte. (Bueno, a Mia Farrow le pasó una vez, pero le ocurrió dentro de una película, por lo que no cuenta).



El otro día pasaron por aquí los de Els Joglars. Fueron a verlos unas amigas. Nos cuentan que les gustó mucho y que ningún actor cometió esa indelicadeza de salirse del escenario y molestar al respetable. Y nos repiten una frase de la obra que les hizo mucha gracia. Más o menos creo que era así: "El que sabe reírse de sí mismo tiene la diversión garantizada toda la vida".


Con una leve modificación podría servir como divisa de aquellos que sepan hacer tal cosa -a todos nos gusta pensar que somos capaces, pero no sé yo...-: "Sé reírme de mi mismo. Me divierto a todas horas".

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