Han colocado, en una esquina cerca de casa, varios carteles electorales. Y cuando aún no ha pasado ni una semana desde que los pegasen en esa pared, alguien ha decidido mejorarlos. Son cambios muy leves, que solo se aprecian cuando se pasa a su lado, realizados con un rotulador azul de punta fina.
Son infantiles y muy cómicos: bigotes decimonónicos, con las guías alzadas y en rizo, mellas en los dientes, cejas circunflejas y muy pobladas y bocadillos donde los candidatos declaran ser los más guapos. Los humanizan tanto que casi dan ganas de votarles. Son, así, mucho más bonitos que los otros.
Son infantiles y muy cómicos: bigotes decimonónicos, con las guías alzadas y en rizo, mellas en los dientes, cejas circunflejas y muy pobladas y bocadillos donde los candidatos declaran ser los más guapos. Los humanizan tanto que casi dan ganas de votarles. Son, así, mucho más bonitos que los otros.
Lo cierto es que lo de colocar carteles electorales resulta una gran pérdida de dinero. Además, afean la ciudad. Sin ir más lejos, este martes, a la vuelta del instituto, mientras los payos y gitanos recogían los puestos del mercado, me di cuenta de que el suelo del recinto ferial estaba prácticamente empapelado con el rostro de la actual alcaldesa. Volví a casa contrariada.
ResponderEliminarRespecto a Expovicaman, solo puedo decir que mi asistencia está asegurada.