jueves, 20 de enero de 2011

El cuaderno azul

Como todo el mundo sabe ya, El cuaderno gris, que Pla presentó como un viejo un diario juvenil rescatado de sus años mozos de estudiante universitario, es en realidad un libro de memorias compuesto cuando el escritor ampurdanés tenía ya sus sesentaytantos, miles de páginas escritas y una maestría indudable. Esta picardía de payés no tiene importancia alguna porque el libro es maravilloso, tanto que hasta esa impostura cazurra nos resulta simpática. Evidentemente, esto que les vengo a proponer ahora tiene poco que ver con esta historia, porque ni uno es Pla, ni tiene un cuaderno gris -el nuestro es azul- ni queremos mentirles -al menos no del todo-.


Pero es el caso que, sin casi proponérnoslo, sin darnos apenas cuenta, un buen día comenzamos a escribir un diario y, poco a poco -a veces más poco a poco y otras menos-, resulta que llevamos ya quince años en esa tarea. Empezamos después de leer El tejado de vidrio, de Trapiello, para imitarlo. Nos deslumbró de tal manera ese libro, nos pareció tan transparente y limpia su prosa, que decidimos copiarla.


El primer cuaderno que utilizamos fue azul. De pastas de hule. Y cada uno o dos años compramos uno nuevo, siempre con las mismas pastas de hule, aunque solo alguna que otra vez azul, porque no siempre tenían un cuaderno de esas características en la papelería. Unos son negros, otros rojos,  verdes dos o tres. Pero el primero fue azul.




Lo que sí que es gris, como en Pla, como en Trapiello, es lo que se cuenta en ellos, nuestra vida de todos estos años, una vida como la de cualquiera, anodina y sin relieve. De vez en cuando los ojeamos un rato. Los primeros son muy malos. Los siguientes no son mejores. A veces hay algún párrafo que no nos disgusta demasiado. Pero, escribe que te escribe, hemos tomado el vicio y creo yo que ya no hay quien nos cure. Lo que nos gusta mucho es recordar en ellos lo vivido hace ya algún tiempo, encuentros y viajes, historias que nos sucedieron y de las que ya casi ni nos acordábamos... Acudimos a esos cuadernos como quien abre un viejo álbum de fotos, para recordar un poco lo que hemos vivido, con la cándida ilusión de que no se pierda del todo.




Y ahora que tenemos un blog, y son muchos -en realidad casi todos- los días en los que no nos pasa nada y tampoco se nos ocurre qué decir, hemos pensado que tal vez podría repasar esas libretas y agavillar en ellas lo que me parezca mejor, fragmentos de hace quince, diez, cinco o un año; o de ayer mismo. Y, por homenajear un poco a Pla, mixtificar como él y no aclarar tal punto. Tan solo, para no falsificar demasiado, ponerle a esas entradas una etiqueta, por ejemplo esta: El cuaderno azul. Y así nadie se llama demasiado a engaño. Mañana empiezo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario