martes, 11 de enero de 2011

Prohibiciones

Uno, al contrario que muchos, es partidario de las prohibiciones. Los que se oponen hoy  a ellas no es raro que  sean  los mismos que no encuentran nada que reprochar a los años de la dictadura, que al parecer fueron bonísimos para todo el mundo y plenos de libertades. A esos, ahora, les parece mal que no les dejen conducir a trescientos por hora, que no puedan beber sus copichuelas antes de subirse a ese coche tan veloz  y, más recientemente, que no les permitan fumar donde les pete. Nosotros, que nos hemos educado al lado de unos padres que provocaban densas nieblas en los salones de las casas mientras contemplábamos películas extraordinarias en las que los protagonistas fumaban de un modo maravilloso, podríamos haber pasado perfectamente sin esta  proscripción.

Solo hemos fumado un par de veces: en una boda –acabamos seriamente mareados- y en la lejana ciudad de Irbid, en un narguile, cuando visitamos a un amigo que estaba allí de lector de español –no nos supo a nada-, pero casi nunca nos hemos sentido incomodados por el humo de los demás (al fin, como decía don Mario Quintana, fumar no es otra cosa que un elegante modo de suspirar). Sin embargo, que ahora, en cambio, lo prohíban, tampoco nos parece mal. Pienso que respiraremos mejor todos y los fumadores podrán seguir suspirando en la calle, en las terrazas o en su domicilio particular.

Mario Quintana, suspirando
Existen sin duda prohibiciones intolerables, aunque no en esta pequeña parte del mundo que fatigamos. Las que aquí nos imponen nos parecen todas muy sensatas y necesarias para la buena marcha de este vivir en comunidad que nos hemos ido organizando siglo tras siglo. Uno incluso añadiría alguna más, a saber: prohibiría la usura de los bancos; eliminaría de las parrillas televisivas el 80% de sus programaciones; no permitiría participar en debate alguno a nadie que no acreditase cierta competencia en la materia tratada; impediría que Javier María publicase una novela más; no dejaría que Sánchez Dragó contase, en ningún medio de comunicación, sus aventuras sexuales; proscribiría los artículos que Felipe González escribe de vez en cuando en El País; estorbaría a José María Aznar decir esta boca es mía…
Pero la prohibición que entiendo más urgente es la de esos papanoeles que la gente cuelga, al llegar las Navidades, en sus ventanas y balcones. Cosa más triste es difícil de contemplar. A mí me recuerdan a esas imágenes terribles que sacan a veces en los telediarios, tomadas en algún desgraciado país, y en las que se muestran los cuerpos sin vida de unos ajusticiados en la horca, condenados a ello por haber incumplido alguna ley divina. Yo los prohibiría terminantemente. Por afear de tal modo las ciudades y unas fechas tan especiales, las multas para quienes incumpliesen esta  prohibición deberían ser elevadas. Y desde luego, pena de cárcel para los contumaces que, como tenemos que contemplar en estos días, dejado ya atrás el de Reyes, aún los mantienen en sus ventanas y balcones, colgados como peleles.

1 comentario:

  1. Buenas tardes y felicidades ya sabes por qué =)
    Me gustaría dar mi opinión acerca de la nueva ley del tabaco, aunque no hay mucho que decir.
    Simplemente, creo que es la mejor ley que el gobierno socialista ha aprobado en toda su legislatura, y en la anterior, también.
    Dentro de las muchas razones que podría argumentar, hay dos fundamentales:
    1. Me resulta muy desagradable el olor a tabaco que se impregna en la ropa y te persigue durante días, cada vez que sales a comer a un bar o restaurante.
    2. Aunque no lo quieran reconocer, o hagan como que no les importa, esta ley vela por la salud de los fumadores (por no hablar de los fumadores pasivos). Es cierto que muchos van a agarrar algún que otro catarro, porque fumar en la puerta de la calle con el frío que hace no debe ser muy agradable; pero seguro que sus pulmones acabarán agradeciéndoselo. Aunque de estas cosas solo se da uno cuenta cuando le ha tocado vivir (a él o a algún familiar)una de las graves enfermedades que conlleva el fumar.

    Respecto a Papá Noel, sin comentarios.

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