Llevamos varios días de nieblas cerradísimas que velan el pueblo durante casi todo el día. Está todo fantasmagórico y quieto, londinense, los edificios difuminados, el fondo de las calles oscuro y sin luz, y pasan los coches, con los faros encendidos, silenciosos y lentos, como carrozas fantasmales. Es todo muy literario y antiguo, y resulta un placer llegar al fin a casa, abrir la puerta y sentir el abrigo de la calefacción y la luz eléctrica.
Antes de ponernos a nuestras labores, apartamos un poco las cortinas y contemplamos la calle, vacía y cubierta aún por esa niebla densa y tenaz. Y no nos extrañaría nada -y nos pondría además muy contentos- que surgiese de pronto un fornido bobby con su uniforme impecable y su alto casco.
Noche, niebla, hora secreta
ResponderEliminartiempo del afilador
es que ¿nunca va a ganar?
un solitario soñador
solitario perdedor.
Los largos dedos del sol
apartan el manto de niebla
en este país que por siglos
fue el final de la tierra
y él va llorando, amigo
por algo más que sus penas
no hay luces en las ventanas
ni bienvenida en la puerta.
Al pozo de los recuerdos
él ha ido a revolver
y en las aguas remansadas
hay mentiras de mujer
y cuentan que él lo supo
y que entonces lo mató
la pena de haberlo sabido
la pena de una traición.
Impresionante, Jesús.
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