lunes, 24 de enero de 2011

Susto

Hace unos días, nos sobresaltó el titular principal del periódico de aquí. Decía, en tipos generosos, así: "Medicina ya se autoabastece de cadáveres para su labor docente". Y continuaba en la entradilla: "El gran reto de los primeros años del centro educativo, cuando faltaban cadáveres para la docencia, se ha visto cumplido este curso, y, por primera vez, la Facultad no ha tenido que hacer uso del convenio". ¿Convenio?, ¿qué convenio?, pensé con angustia. ¿Autoabastecimiento?, ¿cómo que autoabastecimiento? Una persona normal lo habrá entendido a la primera, pero yo no. Lo primero que imaginé fue a los alumnos de esa facultad saltándose las tapias del cementerio municipal, o envueltos en turbios tratos con individuos oscuros y malencarados, salteadores de tumbas y sepulcros. Así entendimos lo del autoabastecimiento y el convenio.



Envenenados de literatura, nos acordamos de "Los ladrones de cadáveres", el fabuloso cuento de Stevenson, y de la película basada en él y protagonizada por Boris Karloff y Bela Lugosi. Y también de lo que cuenta Manguel en su "Diario de lecturas" sobre Laurence Sterne: "Cuando murió Sterne, solo asistió al funeral su librero. Semanas después, los alumnos de anatomía de la Universidad de Cambridge descubrieron con horror que el cadáver que estaban diseccionando era del autor de "Tristam Shandy". Entonces aquellos restos mortales fueron devueltos al cementerio para enterrarlos de nuevo".





Continuamos leyendo, temblorosos. El cuerpo de la noticia lo aclaraba todo. A lo que se ve, el convenio no es con una banda de maleantes sin escrúpulos, sino con la Universidad de Murcia, que al parecer siempre ha tenido cadáveres de sobra. Y lo del autoabastecimiento se refiere a las donaciones recibidas voluntaria y legalmente, con todos los papeles en regla. Se daban más detalles, como que, desde hace ya un par de años, recibe la facultad un cadáver al mes y, en los últimos tiempos, hasta dos. Están todos, por ello, muy contentos. Cuando les llegan, los embalsaman con celeridad y están dos años utilizándolos, pasados los cuales los devuelven, como a Sterne, para la incineración o la sepultura, depende. Sin embargo, a pesar de todos estos datos, que descartan a los estudiantes nocturnos y profanadores y a diábolicos delincuentes, a mí esta noticia me deja muy intranquilo y no se me ha quitado, aún, el susto del cuerpo.






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